Hablar entorno a una innovación de las prácticas evaluativas desarrolladas en el aula, parece ser un tanto complejo, más aun si se considera el gran abismo existente entre “Teoría y Práctica”, o mejor dicho, como llegar a ejercer los postulados teóricos en la sala de clases.
En una sociedad donde estudios sobre educación y evaluación cada día se hacen mas masivos y las investigaciones entorno al tema son cada vez enriquecedoras es fácil darse cuenta de la pobreza evaluativa existente en dichas prácticas.
Pareciera que como humanos nos cuesta adecuarnos a los cambios, o mejor dicho les tenemos desconfianza, sobretodo en una sociedad tan tradicionalista como la nuestra. El dilema está en que los ritmos de cambio están siendo cada vez más constantes y acelerados donde el no adecuarse a dichos ritmos nos obliga a quedarnos en el pasado y dejar de considerar que los individuos cambian junto con sus estilos de aprendizajes y sus concepciones entorno a los mismos. Es aquí entonces donde se comienzan a poner en duda los instrumentos tradicionales de evaluación (pruebas escritas, interrogaciones orales, etc.), tan apetecidos y practicados por el profesorado, los que entran en dilema con las nuevas investigaciones cargadas de espíritus de innovación. El problema esta en que el llevarlos a la practica requiere de una integración completa de cada uno de los elementos y sujetos que entran en el juego educativo sin dejar de considerar su “Contexto” y su “diferenciación individual”, dejando de verlos a todos como un ente homogéneo al cual es fácil aplicar instrumentos estándares.
Volvemos otra vez a lo básico “dejar de ver a la Evaluación como un suceso y percibirla como un proceso”, implica una serie de cambios y modificaciones socioculturales que permitan dejar de señalar el triunfo y el éxito como sinónimos de dominio de contenidos teóricos, los que no hacen otra cosa que fragmentar y reducir al mínimo las habilidades humanas necesarias o primordiales. Todo esto sin dejar de ver en ningún momento las distintas realidades sociales que enfrentan los individuos, para de esta manera poder ser capaces de generar un aprendizaje significativo.
En una sociedad donde estudios sobre educación y evaluación cada día se hacen mas masivos y las investigaciones entorno al tema son cada vez enriquecedoras es fácil darse cuenta de la pobreza evaluativa existente en dichas prácticas.
Pareciera que como humanos nos cuesta adecuarnos a los cambios, o mejor dicho les tenemos desconfianza, sobretodo en una sociedad tan tradicionalista como la nuestra. El dilema está en que los ritmos de cambio están siendo cada vez más constantes y acelerados donde el no adecuarse a dichos ritmos nos obliga a quedarnos en el pasado y dejar de considerar que los individuos cambian junto con sus estilos de aprendizajes y sus concepciones entorno a los mismos. Es aquí entonces donde se comienzan a poner en duda los instrumentos tradicionales de evaluación (pruebas escritas, interrogaciones orales, etc.), tan apetecidos y practicados por el profesorado, los que entran en dilema con las nuevas investigaciones cargadas de espíritus de innovación. El problema esta en que el llevarlos a la practica requiere de una integración completa de cada uno de los elementos y sujetos que entran en el juego educativo sin dejar de considerar su “Contexto” y su “diferenciación individual”, dejando de verlos a todos como un ente homogéneo al cual es fácil aplicar instrumentos estándares.
Volvemos otra vez a lo básico “dejar de ver a la Evaluación como un suceso y percibirla como un proceso”, implica una serie de cambios y modificaciones socioculturales que permitan dejar de señalar el triunfo y el éxito como sinónimos de dominio de contenidos teóricos, los que no hacen otra cosa que fragmentar y reducir al mínimo las habilidades humanas necesarias o primordiales. Todo esto sin dejar de ver en ningún momento las distintas realidades sociales que enfrentan los individuos, para de esta manera poder ser capaces de generar un aprendizaje significativo.